El diagnóstico de la enfermedad de Parkinson se basará fundamentalmente en los datos de la historia clínica junto a los hallazgos observados en la exploración física y neurológica. Además, es importante el diagnóstico diferencial que excluya a otros posibles trastornos con síntomas parecidos.1-3

Los síntomas motores siguen siendo los que guían el diagnóstico, pero cada vez tienen más relevancia la presencia de síntomas premotores (antes de los síntomas motores) o no motores: dolor en el cuello, hombro y espalda, alteración del olfato, alteraciones del estado de ánimo, aumento de la sudoración, etc.1,3

Entre las pruebas que se pueden necesitar para confirmar el diagnóstico se encuentran: análisis de laboratorio, pruebas de imagen cerebral (p. ej., TAC y resonancia magnética), pruebas de neuroimagen funcional (p. ej., tomografía por emisión de positrones) y pruebas neurofisiológicas (p. ej., electromiografía).3

También existen escalas que pueden ayudar al médico a identificar la evolución de la enfermedad según la función motora (escala de Hoehn y Yahr) u otras que ayuden a valorar las limitaciones y la calidad de vida.3